La noche se acaba
ya suena el despertador crepuscular.
Más lenta que cansada
se coloca el corazón
o lo que queda de él.
Hace rato que aprendió a no usarlo.
Se viste,
agarra lo que le corresponde
y emprende el viaje de regreso.
Sus dos hijas hoy tienen colegio.
Ellas sin saber los cómo
ni los por qué
agradecen a su mamá
que la plata no falte para el desayuno
ni para los nuevos lápices de colores.